La toma del Senado

Sandra Karina Ibarra Carbajal

9 de septiembre de 2024

LA TOMA DEL SENADO

La historia de México es una de mis grandes fascinaciones, sobre todo, aquellos episodios que fueron determinantes para conquistar la independencia así como los derechos y libertades que nutren nuestra existencia. Me refiero a esas facilidades que encontramos desde lo más elemental en nuestras vidas. Se me ocurre que en este instante te encuentras leyendo este texto, sin censura, en tu teléfono móvil, con acceso libre a internet, tomándote un café o lo que te apetezca, en un instante de esparcimiento luego de tu jornada laboral.

Esa pequeña cápsula en tu vida, la puedes saborear porque centurias atrás, existieron personas valientes que pelearon hasta las últimas consecuencias para conquistar derechos y libertades que actualmente nos resultan tan naturales como el aire que respiras (derecho a la vida, a la salud, alimentación, libertad de expresión, libre desarrollo de la personalidad, derechos laborales, acceso a la información, entre muchos más)

Congela el tiempo y gira tu imaginación hacia el pasado, visualiza que hace tan sólo algunas décadas, las mujeres ni siquiera teníamos reconocido el derecho a votar y ser votadas para un cargo de elección popular, tampoco teníamos la libertad de escribir y publicar sin censura y muchas más calamidades que acotaban nuestras libertades. No se trata de una conquista de hoy y para siempre, existen pulsiones autoritarias que cíclicamente, cada que encuentran el caldo de cultivo adecuado, suben de tono y vorazmente devoran cuanto espacio de poder obstaculice su camino hacia la concentración absoluta del mismo.

Ya lo decía Orwell en su genial obra “1984″ publicada en la primera mitad del siglo pasado: el discurso de odio y el miedo son siempre ingredientes indispensables para justificar la concentración de poder y la correlativa pérdida de libertades. La tentación es enorme para quien detenta el poder y quienes lideran nuestras sociedades son simples seres humanos con cualidades y defectos, presas de seducciones que los alejan del talante democrático para coquetear con el autoritarismo.

Hoy México como hace poco más de doscientos años, se debate y convulsiona por la independencia. El bastión a defender en nuestra época es la independencia del poder judicial federal y como ya lo ha revelado la historia, la capital de la república es todavía el centro político de los sucesos determinantes en la vida democrática de nuestro país.

Ser activista de cualquier causa libertaria en provincia, incluso hoy en el siglo XXI, dentro de un país preponderantemente centralista como México, es como gritar en el desierto, por ello, luego de un sinfín de foros, concentraciones, marchas, entrevistas, publicaciones, y todo cuanto se te ocurra, lo cierto es que, la centralización del poder sigue siendo un factor determinante, pues todo ha sido soslayado por la maquinaria del gobierno central federal.

Ante ese escenario, en una madrugada del mes de septiembrepero no de 1810, sino del 2024, la capital de la república recibió las cohortes de aproximadamente trescientos hombres y mujeres provenientes respectivamente de Puebla, Michoacán y Jalisco, grupo de valientes que, cual guerreros espartanos en la batalla de Termópilas, tomaron el Senado de la República, al grito de viva México y la independencia delPoder Judicial de la Federación.

Las murallas fueron humanas y se edificaron en el momento mismo de la acción, hombres y mujeres codo a codo, personal del Poder Judicial Federal, desde oficiales operativos, actuarias, secretarias y personas juzgadoras, le plantaron el rostro a decenas de granaderos que se encontraban apostados en la sede del Senado. Todo al clamor de «el Poder Judicial no va a caer, firmes en sus principios y convicciones cerraron filas uniendo sus brazos para cubrir todas y cada una de las puertas del recinto.

El objetivo ¿cuál es?: ser escuchados, que se rechace la reforma judicial y que se generen condiciones para desplegar una reflexión profunda que exacerbe la imaginación para crear una reforma que sí busque mejorar el sistema judicial en todo el país, no como la propuesta cuyo objetivo central es cooptar al poder Judicial Federal porque sistemáticamente le ha incomodado al régimen oficialista. En pocas palabras, la finalidad es devorar ese bastión de poder que se ha resistido a recibir órdenes del régimen denominante, y en lugar de ello, se ha atrevido a cumplir la celebre frase del libertador Don José María Morelos “que todo aquel que se queje con justicia, tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el arbitrario”.

Tan grave es el tema, que si se consuma el golpe viajaremos en la cápsula del tiempo al México autoritario en el que, todo el poder se concentra absolutamente en una persona o en un grupo determinado y cuando eso pasa, nuestros derechos y libertades se extinguirán inexorablemente, como una llama que se queda sin oxígeno.

Los trescientos del Senado fueron sólo los primeros de cientos de personas que durante el jueves cinco de septiembre arribaron a la Capital de la República provenientes de todas las latitudes del país, no sólo personal del Poder Judicial Federal, inclusive sociedad civil, estudiantes, colectivos activistas en favor de la democracia y de los derechos humanos, quienes además de plantarse indefinidamente a las puertas del Senado, exigen a las y los Senadores que no traicionen a su patria, que rechacen la reforma judicial y que escuchen el deseo del pueblo de seguir viviendo en un país democrático y con contrapesos.

El clamor de los insurrectos representa el deseo de millones de mexicanos para seguir viviendo en un país en el que no sea motivo de odio el escuchar una opinión distinta, donde la creatividad y la imaginación siga siendo la brújula que guía nuestros pasos; un país que celebre la pluralidad, en el que se respeten los derechos no sólo de la mayorías, sino preponderantemente de las minorías, de todos y todas aquellas que no tienen voz, porque se la arrebataron las condiciones de marginación prevalecientes; un país en el que se respeten los derechos de todos aquellos que eligieron de buena fe a sus líderes con la confianza de que, éstos desempeñarán su mandato conservando el clima democrático a través del cual, fueron elegidos y no para aniquilarlo.

Esa gesta fue la llama que encendió el fervor de miles de personas que para el domingo ocho de septiembre, inundaron el paseo de la Reforma a partir de las puertas del Senado, exigiendo que las y los Senadores honren el mandato conferido por el pueblo, que no aniquilen la democracia y que no traicionen el juramento conferido a la patria aprobando esa reforma que implica el tiro de gracia de la democracia en la época contemporánea mexicana.

Escribo estas palabras un día antes de la sesión definitoria, son al menos 43 Senadores y Senadoras quienes tienen la responsabilidad histórica de impedir que el lobo hambriento del autoritarismo devore nuestra frágil democracia, todas las miradas están puestas en ellos, no sólo metafóricamente sino en la realidad física, cientos de personas siguen hoy apostadas en las murallas del Senado y mañana sin duda serán nutridos por contingentes provenientes de todo el país, quienes cansados de ser desoídos en sus latitudes, tomarán en propia mano su derecho a ser escuchados por absolutamente todas las y los Senadores, pues de lo contrario, la patria a la que juraron servir, se los demandará hoy y siempre.

Related posts

Leave a Comment